Autoestima es amor y confianza en uno mismo, exige esfuerzos continuos de inteligencia y voluntad. La formación de nuestra autoestima viene alimentada (en parte) por esas dinámicas familiares en las que fuimos educados. Es un legado que deja huella y que a veces cuesta sanar

Cuando somos niños, dependemos más de la opinión de los demás para valorarnos a nosotros mismos. Poco a poco, nos volvemos más independientes y la valía personal se construye comparándonos con nosotros mismos y nuestros logros. Y poco a poco, lo que pensamos, sentimos y decimos de nosotros mismos es lo que formará una autoestima sana. Para alcanzar ese ideal de autoestima, debemos renunciar a la idea de creeros mejores o peores que los demás, e incluso iguales. El ideal es ser nosotros mismos.

Si nos amamos a nosotros mismos, si nos respetamos y cuidamos a nosotros mismos, nos liberamos de la trampa de exigir que los demás nos amen ya que todo verdadero amor y entrega a los demás brota de la fuente del amor a nosotros mismos.

Cuando confiamos en nuestras propias cualidades, por pequeñas que sean, podemos tener una imagen clara sobre nuestro futro, sobre todo cuando cambiamos nuestra atención de vernos a nosotros mismos únicamente como seres psicológicos y descubrimos nuestro mundo espiritual

Descubrir nuestra alma, es descubrir ese SER yo mismo que todos deseamos, ese lugar de calma y paz que nos permite experimentar la sabiduría y amir que llevamos por dentro; es experimentar nuestra chispa divina,