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EL MIEDO DETRÁS DEL ENOJO

El enojo tiene la función de defendernos de aquello que nos amenaza, por eso la importancia conocer de qué está hecha esta emoción y aprender a transformar el enojo que destruye en enojo que resuelve.  Se vale mostrar nuestro enojo para expresar nuestras expectativas y necesidades, pero sin llegar a violentarnos. Cuando guardamos muchos “enojos no expresados” lo único que hacemos es acumular energía que va a explotar en el momento menos adecuado, y con una intensidad no controlada.

“Cualquiera puede ponerse furiosa, eso es fácil, pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de la forma correcta… eso no es fácil” Aristóteles.

Lo que pasa es que, por miedo a perder el control, a sentir dolor, o por temor a sufrir, aguantamos y aguantamos hasta que la emoción del enojo dice ¡basta! y la  expresamos de una forma descontrolada que nos asusta el  lastimarnos a nosotros mismos o a los que tenemos alrededor.

Cuando no afrontamos nuestros miedos, éstos se convierten en enojo, y podemos permanecer en este estado durante mucho tiempo hasta que se conviertan en violencia, si no estamos dispuestos a profundizar en su origen, por eso la reacción es defender de cualquier forma, esa creencia que nos salve de sufrir: gritar, intimidar, romper cosas, hacer golpes al aire, insultar…

El primer paso que debemos seguir para eliminar ese enojo-violento es, aceptarlo y querer sentirlo

Respira, retírate del lugar, y cuando recuperes la calma, reconoce en que cosas si puedes actuar y en cuáles no. Descubre ese miedo que está en el fondo de ti y ver qué necesidad tienes que no se ha cubierto. Es más fácil sentir el enojo que reconocer el miedo.